jueves, 10 de mayo de 2012

El Renacimiento


Durante el comienzo del renacimiento, hacia el 1420, Lyon y Ginebra se convierten en focos de atracción para comerciantes italianos, alemán, suizo y español; todo ello gracias a un privilegio real que permitía a Lyon a celebrar dos ferias anuales en la plaza de Saint-Jean, que tras su rotundo éxito, aumentó su frecuencia a cuatro por año.
Con todo, Lyon se convirtió en el tercer lugar en Europa para el mercado del libro después de Venecia y Amberes (el primer libro impreso en francés se editó en Lyon), que a su vez condujo a la fundación de la primera bolsa financiera de Francia, en Lyon, gracias a los banqueros de Génova. La prosperidad económica abrió una nueva era en la historia de la ciudad, durante la cual su la riqueza alcanzó una exuberancia poco antes conocida.


Como siempre ocurre en casos de opulencia desmedida, siempre debe haber una parte de la población que sufra el desequilibrio, para que otros puedan ‘engordar’ sus arcas. En este caso, la población obrera, tejedores, trabajadores de la imprenta, y del metal, quedaban ‘rechazados’ a las afueras de la ciudad, convirtiéndose en una masa incontrolable, incluso peligrosa para éstos burgueses. Esas ansias de revuelta se calmaban mediante obras de caridad, ya fuera a iniciativa de la iglesia o del ayuntamiento.



No obstante, quedaba latente el rechazo del pueblo a este nuevo estilo elitista, tanto en la forma de vivir como de pensar, influenciada por las costumbres elitistas italianas muy comunes en los alrededores de la calle Saint Jean. Todos los oligarcas, como los comerciantes y abogados, querían tener su casa en el barrio de Vieux Lyon, al pie de Fourvière, provocando la eliminación de jardines y el encajonamiento de los edificios, lo que crea una compleja red de pasadizos interiores (o traboules, mirar entradas anteriores) para facilitar el tránsito en un barrio fuertemente edificado, donde la riqueza queda en el interior de estos inmuebles, poco apreciable desde el exterior.

Charles VIII
Con tanto esplendor y prosperidad, la ciudad se vio envuelta en una punta demográfica importante que la llevó a triplicar su población entre 1460 y 1549, situando a Lyon entre las ciudades más prominentes. Tanto esplendor atrajo incluso a los monarcas Carlos VIII, Luis XII y François I, siendo éste último quien cumplió el viejo proyecto de Luis XI, el cual consistía en localizar la industria de la seda de Lyon. Actualmente, la seda de Lyon es famosa mundialmente.

Pozos de estilo renacentista
Ciudad de ferias, visitada con frecuencia por mercaderes alemanes y suizos, Lyon fue objeto de los ataques de la Reforma, especialmente por Calvino, quien encontró entre la clase media a la  mayoría de sus adeptos. Todos estos ataques llevaron a la destrucción de las iglesias de Sain-Irénée y Saint Just, llegando a decapitar las estatuas exteriores de la catedral. Se derribó a cañonazos los muros del claustro de Saint-Jean y se destruyeron todos los cementerios anexos a la misma. Pero no todo fueron sombras, durante esta ‘remodelación’ se desarrolló un planeamiento urbano en el que se contemplaba la creación de la plaza Bellecour como punto estratégico de la ciudad, cuya uno de sus usos era el despliegue de soldados, ensanchó las calle para evitar emboscadas.


Y como cabía esperar, tras una época de persecución de los católicos, la guerra civil continuó, pero ahora marcada por la revancha católica, generando importantes olas de emigración de protestantes, quienes se llevaron consigo las mejores imprentas de Lyon de la época.


Y dentro de este círculo, de si te persigo yo a ti, que si ahora soy yo quien te persigue, la peste, esa vieja conocida, volvió a asolar la ciudad, llevándose a 2/3 de la población hacia 1564.



Con la llegada de la Contrarreforma, no solo cambió la forma de pensar en la ciudad, sino también quedó influenciado su paisaje urbano, debido a la concentración de los partidarios del renacimiento católico, en barrios como la Presqu’Île, las laderas Fourvière y el barrio de la Croix-Rousse, donde su presencia quedó reflejada en la arquitectura del momento.

Todas estas idas y venidas no afectaron a la industria textil, cada vez más próspera, extendiéndose este tipo de negocios por las laderas, dotando a Lyon de un clima más industrial que financiero. Lo que nos deja en una posición en la que si leemos que al final del reinado de Luis XIII, Lyon era citada como "el corazón y la llave del reino", por su fuerte industria, Lyon no podía reclamar un lugar entre la élite europea, dado que financieramente no tenía tanto poder.


Fuentes:

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